martes, 3 de abril de 2012

Fragancias de carretera II

Cual Idigna, la Carretera siempre estuvo ahí, fluyendo vertiginosamente. Su influencia, su llamada, es tan primitiva como la propia tierra que surca a lo largo de ciento cuarenta leguas castellanas. No es casualidad que sea la serpiente más larga de las seis que reptan hacia el mar. Fuente de vida, amor y muerte. Inicio y fin de inabarcables caminos e historias. Es difícil renegar de ella, inconscientes de su poder. Todos llevamos alguna de las marcas, nos hemos bañado en sus negras aguas e incluso hemos probado el amargo bocado que te destroza los dientes y los huesos. ¿Cuantísimos ahogados en en el arcen no llegaron a cruzar su caudal? Sólo ella lo sabe porque los cuenta cada noche.
Para los desgraciados que caen hipnotizados por su ofidio recorrido, navegar sobre sus escamas de alquitrán puede ser tan anodino como mortal. Cabalgarla, olerla y poseerla, tan sensual como hacerlo junto a Épona. Pero jamás confíes plenamente en ella, quizás no sea venenosa, pero sí la más celosa de todas las serpientes. Como uno de sus Hijos, resulta casi imposible escapar a su abrazo, maldición cálida para algunos, bendición abrasadora para otros.